Solo la sociedad puede salvar a la sociedad
- Isaías Urbina
- hace 3 días
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En 1987, Margaret Thatcher declaró: “La sociedad no existe. Hay individuos, hombres y mujeres, y hay familias”. Esa frase fue todo un proyecto político que destruyó nuestro sentido de lo colectivo. Hoy, en las grandes ciudades, vivimos las consecuencias; cada vez nos alejamos más de las personas de nuestro alrededor y nos acercamos más a la soledad. Vivimos en un miedo urbano que se cuela en las grietas de nuestro individualismo.
Este “miedo urbano” ha sido utilizado para crearnos enemigos, enemigos que deben ser eliminados para que podamos tener paz. Como documenta Sharon Zukin en “The Cultures of Cities”, en los años 60 y 70, los votantes estadounidenses eligieron políticas punitivistas sobre proyectos de integración social. El temor a “calles peligrosas” les hizo olvidar que la verdadera seguridad no se construye con más policías, sino con menos desigualdad. Así, desde esa época se instauró un proyecto punitivo dentro de nuestro ADN.
México, siguiendo los pasos de EUA [para sorpresa de nadie] caminó las últimas décadas hacia políticas que empoderaron al ejército, en especial en los últimos 20 años. Nos han hecho creer que militarizar las calles secaría los charcos de sangre, pero la sangre no se secó, se convirtió en lagos: 49 asesinatos diarios, 41 desapariciones y un 90% de impunidad [datos que no son estadísticas, sino heridas abiertas]. El Estado, en vez de prevenir, normalizó la violencia y nos dejó una enfermedad crónica: el pavor a salir, a confiar, a vivir.
Aquí, la pregunta no es ¿qué hacer?, sino ¿qué nos hizo creer que esto era la única opción? No podemos ignorar la realidad: vivimos en un país donde el miedo a la violencia es parte de la vida cotidiana. Pedir seguridad no es un capricho, es un derecho. El problema surge cuando creemos que la única respuesta es más castigo, más soldados, más rejas, más cárceles. La experiencia nos ha demostrado que, por sí solo, el punitivismo no resuelve la inseguridad, sino que la profundiza.
¿De qué sirve llenar las prisiones si al salir, las personas vuelven a las mismas calles sin oportunidades, sin luz, sin futuro? La verdadera seguridad no se construye solo con mano dura, sino con manos tendidas: combatiendo las causas que llevan al delito, no solo sus consecuencias.
No hay atajos para la paz. Mientras existan colonias donde el agua potable es un lujo, infancias que ven el narco como su único empleo y familias enteras sobreviviendo con lo mínimo al día, la violencia seguirá siendo un síntoma lógico de un sistema enfermo. No es casualidad que los municipios más pobres de México sean también los más violentos. Cuando el Estado abandona, el crimen recluta.
No se trata de justificar el delito, sino de entender su raíz. Un niño que crece entre basura y balaceras, sin escuela digna o sin saber si hoy comerá, no elige la violencia, la violencia lo elige a él. ¿Cómo pedirle paz a quien nunca la ha conocido? La desigualdad no es solo un número en un informe: es un padre que roba para pagar medicinas, una madre que carga con su hija en brazos porque en su pueblo no hay futuro, un adolescente que prefiere un arma a un salario de hambre.
La solución está en lo que siempre nos ha salvado como sociedad, la comunidad. Un barrio unido es el mejor sistema de prevención que existe. Cuando los vecinos se conocen, cuando las infancias crecen con personas adultas que les guían, cuando los adolescentes tienen espacios para crear y no para caer en la desesperanza, el crimen pierde terreno. Las colonias donde hay talleres, deportes, fiestas comunitarias y redes de apoyo son las mismas donde la violencia no prospera.
La respuesta no está en más cuarteles, sino en recuperar lo comunitario. Tal como dice un proverbio africano “Para criar a un niño hace falta una aldea”. Un barrio con talleres para adolescentes, una escuela que alimenta la mente y el cuerpo de las infancias, una plaza donde las personas adultas mayores cuenten historias a las infancias eso es prevenir y erradicar la violencia.
El camino a una estrategia correcta es que tenga varios frentes, debemos dejar de ver el crimen como un monstruo a exterminar, y entenderlo como un síntoma de todo lo que no hemos construido juntos. La seguridad no es una patrulla en la esquina, es saber que si tu vecino tiene hambre y lo ayudas para que pueda comer, estas alimentando la paz en la comunidad.
Hoy, nuestra lucha es por reemplazar el miedo con comunidad. Porque al final, como bien lo dice la filosofía zapatista, “Para todos, todo.”
(1) Reporte diario de homicidios dolosos generados por un equipo interdisciplinario constituido por la SSPC, Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, Disponible en: http://www.informeseguridad.cns.gob.mx/ (consultado 3 de junio 2024).
(2) Rojas, Arturo, “Segob reporta 41 desaparecidos al día con Sheinbaum”, México, El economista, marzo 2025.
(3) Maldonado, Carlos, “Human Rights Watch alerta de que nueve de cada 10 homicidios en México no son castigados”, México, El país, febrero 2025.